Hoy a los 72 años, su transitar en la vida es apasionante, desde la adolescente que siguió la ola de la revolución cubana hasta la que hoy enfrenta con apasionamiento la revolución chavista
Sebastiana Barráez/ sábado 7 de agosto 2021
@SebastianaB
Olguita
expresó su afecto por la
Revolución, por los guerrilleros de los años ´60, escribiendo, cantando y llevando
en su voz todos los discursos que para esos tiempos ardían entre los jóvenes.
“Douglas Bravo era el rostro de aquel sueño que atravesaba Cabure, llegaba a
Iracara, y desde allí se erguía hacia otras zonas de la Venezuela que estrenaba
su período democrático y que, sin embargo, era capaz de capturar, torturar y
asesinar a dirigentes opositores”, reconoce Olguita.
Asegura que el trípode vida, libertad
y poesía, conforman su esencia, su forma de sobresalir ante cualquier desafío. Su
primer empleo fue en la Academia Venezolana de la Lengua, que le permitió
conocer a escritores venezolanos de renombre, como Edgard Sanabria, Eduardo
Arroyo Lameda, Uslar Pietri, Luis Beltrán Guerrero.
Expresa que sus hijos y
nietos “son mi motor, mi combustible, mi ilusión de vida y mi conciencia”, y
que sus hermanos son parte importante en ese recinto donde su alma se desborda
en manifestaciones de amor.
Se ve
a sí misma como subversiva cuando la libertad esté en riesgo. “La Libertad es
el sueño más elevado que ha de tener un ser humano digno. Es preciso que
retomemos el amor patrio. Mi voz es un llamado a ese requerimiento urgente que
la Venezuela decente está pidiendo a gritos”.
De su
estadía en un refugio de la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM), escribió:
“Espejos
En los refugios para venezolanos, no he visto un solo
espejo, y eso ha llamado mi atención en lo superficial. Pero yendo a lo
profundo, pienso que cada venezolano en diáspora es el espejo de su propio
hermano, ya que en él ve reflejado el dolor del destierro, sus carencias, y el
anhelo permanente de regresar al suelo patrio.
Somos espejos, uno del otro. Espejos sobre los cuales caen las lágrimas, en un silencio casi sepulcral”.También hizo un poema que llamó “Niños en refugio” y que dedicó “A los niños que conocí en el refugio”, uno de ellos es:
Naza
¿Por qué lloras, Naza?
pregunté a Nazareth
y sin pensarlo mucho
respondió:
“Yo no sé”
Llora ahora
llora después
tal vez se ha dado cuenta
que su país está al revés”.
Desde los cinco años aprendió a leer y escribir, guiada en sus primeras letras por su vecina, la hoy eriodista Charo Pelayo, en una vieja máquina de escribir; ahí nace su deseo por pequeños cuentos, aupada por la maestra Ofelia en na escuelita casera, con una densa arboleda de acacias, cuyas flores la niña comína, aunque le causaban malestares estomacales.
Olguita parece frágil, quizá por su cuerpo muy delgado, pero tiene fuerza en sus convicciones y es sensible hasta las lágrimas. En esta entrevista relata que “la época vivida en Campo Shell estuvo marcada por las noticias que comentaban mis padres, contrarios a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, para entonces en plano apogeo. A los 6 años no entendía el contexto político venezolano, pero sí me angustiaba los hechos que oía en voz baja. Me escondía detrás de las puertas, debajo de las mesas o las camas, para poder escuchar y enterarme de los últimos acontecimientos que tanto apesadumbraban a mi madre, quien lloraba y rezaba”.
Confiesa en esta
entrevista que “de noche se atemorizaba
ante la presencia de los esbirros de la Seguridad Nacional que vigilaban su
casa. Yo los veía a través de la cortina hecha de pequeños retazos cuadrados
multicolores, algunos de organza”.
A eso se le suma el impacto
que le causó la fuga de uno de los vecinos Toledo, en el cajón del carro de su
padre, quien lo trasladó a medianoche hacia una zona rural de la península de
Paraguaná. “Ver atropellado sobre el asfalto a Tamacún, el perro de los Toledo
y la muerte de José Alí, el hijo menor de la familia Isea, atropellado
también”.
En el colegio Concordia,
ubicado en la Puerta Maraven, además de la primaria y la Primera Comunión,
Olguita se fascinó con la campaña “Un solo bolívar por la libertad de Cuba”,
que cada viernes hacían a la salida de los trabajadores de la refinería Shell.
De ahí nació lo que Luis Perozo Cervantes plasmó en el
Prólogo de Pies Desnudos: “Olga
Díaz Díaz es un juglar guerrillero, es una cantante popular, la mujer que cambiaba
el fusil por la guitarra y viceversa, una leyenda urbana, una esencia
fantasmagórica e inspiradora que recorre cada poema con su carácter decidido e
impetuoso. Olga está presente en cada idea, en cada palabra desplegada sin
temor alguno a la censura, en cada canto, prefigurada como una versión mítica
de sí misma”.
Ante la pregunta sobre su adolescencia, dice de inmediato “estuvo muy influenciada por la revolución cubana, y por la lucha guerrillera que se libraba en las montañas venezolanas, comandadas por Douglas Bravo”, así que ella se plegó a todo lo significaba Revolución y eso le trajo grandes conflictos con sus padres que pertenecían al partido Acción Democrática, en ese tiempo en situación de clandestinidad.
Olguita relata cómo sufrió la
separación de su primo Eduardo Díaz Suárez, cuyos hermanos mayores, Aurita y
Jesús Alberto, eran guerrilleros. “Ahí quedó suspendida por largos años una
relación afectuosa, de juegos y aventuras”, dice agregando que eran frecuentes
las discusiones, los castigos y el asombro de sus padres ante los discursos de
su hija, rebelde, irreverente, que protestaba contra el gobierno de Rómulo
Betancourt.
Fue tal su compromiso con esa
causa que acumulaba el dinero de sus meriendas para enviarlo a las guerrillas.
“Guardaba con celo todas las notas relacionadas con los movimientos guerrilleros
en el país, y sobre todo, en las montañas de Falcón.
Cuando Olguita tenía 18 años,
ocurrió el asesinato del guerrillero José Manuel “Chema” Saher, lo que le
impresionó significativamente. De ese sentimiento escribió un acróstico que en
parte de los versos dice:
“Chema:
Sola está la guerrilla porque
te vas
A tierras muy lejanas y ya no
habrá
Hombre con bríos, valeroso y
capaz
El mandato de tu voz no se
oirá
Ráfaga de valentía, duerme en
paz”.
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