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@SebastianaB

08/03/2018

En una entrevista que Jaime Bayly le hace al periodista Casto Ocando, éste descalifica al periodismo venezolano. En toma y dame, alimentan los extremismos en sus opiniones sobre lo que ocurre en la política venezolana, al referirse a la postulación presidencial de Henry Falcón.

Casto asegura que en nuestro país no hay cabida para el intermedio, solo se está a favor o en contra. Lo inaudito es cuando Bayly le pregunta a Casto por el periodista Vladimir Villegas, quien estuvo en Estados Unidos entrevistando a algunas personas, entre ella a Patricia Poleo, y habría tratado de contactar al periodista peruano.

Bayly pregunta que si ese canal Globovisión no lo compró alguien amigo del chavismo. Casto dice que sí, aunque en algunos momentos ha sufrido persecución. Y sobre Villegas dijo que “éste periodista ha tenido una posición en algunos casos crítica”, mientras hacía señas con las manos de “entre comillas”.

El periodista peruano alimentado porque como dijo considera que Casto es un periodista “muy bien informado”, aseguró que hizo muy bien en no haber recibido a Villegas. “Si hubiera estado acá no los hubiera dignificado con una entrevista, porque esos, los de Globovisión, son los peores, afines, adictos al régimen”.

Casto por su parte dijo que la situación de la libertad de expresión en Venezuela es dramática. Bayly lo interrumpe y le dice “todos los periodistas serios de Globovisión se fueron de ese canal, los que quedan allí son bufones, arlequines de pacotilla”. Casto lo secunda: “si, no hay periodismo de investigación serio en ninguna parte”. Y al final se aplauden entre ellos.

Uno pudiera perdonarle a Bayly sus expresiones porque al fin y al cabo ni es venezolano, ni conoce a nuestro país, ni sabe de nuestra cultura, nuestras costumbres, ni nuestras luchas y mucho menos de cómo es ejercer el periodismo en Venezuela.

Pero lo de Casto Ocando es imperdonable, así tenga ya muchos años viviendo en los Estados Unidos. El periodista venezolano “tan bien informado”, según dice su anfitrión, ¿sabrá que le sucedió a la periodista Lorena Bornacelly y a su camarógrafo en Táchira? Al regresar a su vehículo, luego de cubrir una pauta electoral, y a unos metros de un Punto Rojo, detectan que les han abierto el vehículo, que les han robado equipos de grabación y computadora; mientras esperaban la grúa, fueron agredidos por un grupo de colectivos quienes los agredieron y los atracaron.

Tampoco se enteraron que al periodista Félix Amaya le tirotearon su vivienda en la época en que gobernaba el montillismo en el estado Falcón. Lo detuvo el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), en octubre 2017, dos días después de haber sido despedido de su trabajo y su casa atacada.

Los casos se multiplican, solo en el último año. El 06 de mayo 20017, la periodista Gabriela Aguilar, del portal El Pitazo en Aragua, recibió una pedrada que le lanzó una funcionaria de la policía regional en Maracay, cuando grababa un video de la manifestación de mujeres contra el uso desproporcionado de la fuerza por parte de los cuerpos de seguridad del Estado durante las manifestaciones. Antes, el 24 de agosto 2015, Gabriela fue agredida verbalmente por A. González, teniente de la Guardia Nacional Bolivariana, mientras cubría una protesta de trabajadores de la ensambladora de carros “Chery”, en Tejerías, estado Aragua.

Hay numerosos periodistas que han debido enfrentar denuncias, demandas, querellas. He ahí el caso de Yonnathan Gúedez, periodista de la Alcaldía de Iribarren, estado Lara y reportero del portal Lasperas.com. Le fue abierta una causa judicial con régimen de presentación cada ocho días, luego de darle cobertura a una de las numerosas protestas que hubo en el país.

Durante la sesión del día del periodista en la Asamblea Nacional, un grupo de comunicadores  fueron secuestrados, golpeados y robados dentro del palacio Federal, ante la presencia de grupos afectos al gobierno.

El 16 de mayo 2017, en la sede de Universidad Católica Andrés Bello en Puerto Ordaz, la Guardia Nacional detiene al estudiante de Comunicación Social, Nelson Nava  y al profesor de la misma escuela, Marcos Valverde, quien también es periodista del Correo del Caroní, delegado del Sindicato de Prensa en el estado Bolívar y corresponsal de los medios digitales Crónica Uno y Analítica.

Aunque mostró sus identificaciones del sindicato, del periódico y de la universidad, los guardias no lo escucharon, advirtiéndole que se encontraba en zona de seguridad y le ordenaron  entrar a una tanqueta militar. “Como me rehusé, comenzó el forcejeo, me tiraron al suelo y luego me metieron en la tanqueta”, señaló Valverde.

No es menos significativo el caso del periodista José Rangel, en el estado de Sucre, quien permaneció detenido por casi cinco horas, luego de ser aprehendido por la Guardia Nacional Bolivariana. El Sindicato de Trabajadores de la Prensa (SNTP) denunció entonces que Rangel fue brutalmente golpeado y requisado por la policía.

En Mérida fue secuestrado y luego liberado el periodista Daniel Molina, del diario El Pico; cuando cubría una protesta en Tovar, fue abordado por  unos desconocidos, quienes se lo llevaron, le robaron sus pertenencias y lo dejaron abandonado en las afueras de la ciudad.

Ningún periodista venezolano puede olvidar la indignación de los reporteros que a diario estamos en la calle, cuando la periodista Elyangélica González fue rodeada por una docena de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), en las afueras del Tribunal Supremo de Justicia, quienes la golpearon, agarrándola del cabello y arrastrándola por el suelo.

El reportero de la LaPatilla.com, Román Camacho, sufrió en Caracas fractura en la tibia cuando la GNB lanzó una bomba lacrimógena que impactó en su pierna; eso fue el 10 de abril pasado.

Unos días antes Miguel Gutiérrez, reportero de EFE Noticias, fue impactado en el pecho por una bomba lacrimógena, momentos después de tomar la fotografía de una confrontación entre la policía y un diputado de la oposición.

En esos días la Policía Nacional Bolivariana detuvo a Elvis Flores, camarógrafo del sitio de noticias Venezolanos por la Información (VPI TV), mientras filmaba un enfrentamiento entre la policía y manifestantes.

La Guardia Nacional detuvo a Andry Rincón, un periodista de VivoPlay, por una media hora y le confiscó todos sus equipos, salvo una tarjeta de memoria.

El l9 de abril 2017 el corresponsal de El Venezolano y Unión Radio, Ramón Véliz, dijo que miembros de la GNB allanaron a su casa en el estado Lara sin orden judicial y apuntaron con armas a miembros de su familia. Los militares le dijeron que estaban buscando bienes robados y confiscaron su teléfono cuando empezó a filmarlos.

Más recientemente la periodista y directora Indira Lugo y el editor Daniel Trujillo, del diario La Región de Cumaná, fueron citados a declarar por un reportaje publicado.

Durante los ejercicios militares, el sábado 24 de febrero, los periodistas René Méndez y Daniel Cáceres fueron detenidos, en Táchira, por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), quienes los obligaron a borrar el material grabado en sus equipos periodísticos.

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Casto y Bayly

Creo que tanto a Casto Ocando como a Bayly les convendría hablar con Carlos Correa, director de Espacio Público, quien informó que su organización documentó 29 casos de periodistas agredidos, acosados, atacados o prevenidos de cubrir las protestas en Caracas y otras ciudades de Venezuela, sólo entre el 30 de marzo y el 8 de abril del 2017.

También podrían informarse con el Instituto Prensa y Sociedad (Ipys), que bastante material tienen sobre agresión a periodistas, cierre de medios en Venezuela, acoso y censura.

Empecemos pidiéndole a esos dos que no descalifiquen el trabajo de los periodistas, del periodismo y de la prensa venezolana libre, que padece la crisis económica, la polarización destructiva, la desaparición progresiva de los medios de comunicación, pero aún así hay periodistas, y bastantes, que salen todos los días a la calle tratando, en la peor de las adversidades, de ejercer el periodismo para llevar la verdad a su público.

Tampoco saben esos periodistas, Bayly y Ocando, de las amenazas, golpes, presiones que sufren decenas de reporteros en diferentes regiones del país.

Deberían molestarse en preguntar a los periodistas de la frontera con Colombia cómo han sido perseguidos, amenazados y obligados incluso a abandonar el territorio.

Es muy cómodo hablar desde un sillón en los Estados Unidos de lo que hacen los periodistas que salen a diario a enfrentarse con lo que sucede en este país.

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