El profesor José Carmelo Bislick Acosta, un destacado líder político de la revolución en Guiria, murió tras ser secuestrado en su casa. La familia denuncia que más de una semana después ni siquiera les entregaron un acta de defunción
Sebastiana
Barráez/ 26 de agosto 2020
@SebastianaSin
Aunque el profesor José Carmelo Bislick Acosta fue un
destacado líder político de la revolución en Guiria, la indiferencia o quizá
desprecio de los dirigentes del chavismo, ante su brutal asesinato, es notoria.
“A los actos velatorios no llegó ni el alcalde ni el buró político de la
revolución. Tampoco hubo una sesión solemne para honrarlo, aunque
él demostró una trayectoria política dentro y fuera del Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV), de importancia estratégica y organizativa”, relata Rosmery
Bislick, hermana del dirigente asesinado.
“El diputado Román Rojas no aceptaba acceder a las
peticiones de la Secretaría de Gobierno, trayendo como consecuencia que el
gobernador se trasladara a Guiria para conciliar ambos equipos. De ahí surge la
visita del gobernador a casa de la esposa de mi hermano ofreciendo ahora ayuda
a la familia”.
Buscan explicaciones para el absurdo asesinato. “Sospechamos que
fue por su crítica constante al tráfico de gasolina, su posición crítica
dentro de la revolución. Ni nosotros, como su familia, ni su equipo de trabajo,
encabezado por el diputado Román Rojas, nunca supimos de amenaza alguna”.
Una comisión especial del CICPC Caracas, con una
línea distinta a Cicpc Guiria, ha tomado el caso del asesinato de Carmelo,
quien era profesor de Educación Física, desde hace 23 años, en el liceo “Dr.
Domingo Badaracco Bermúdez”.
Pero Bislick Acosta era principalmente un reconocido político
crítico por convicción. Su hermana asegura que “era la columna vertebral
del PSUV en el municipio Valdez, por organizar y dominar la técnica
electoral”.
Nueve años de concejal, director del Ince, miembro del
equipo Político Municipal del PSUV, parte del equipo asesor de
los Comité Constituyente. Era
coproductor y moderador del programa de radio “El pueblo en combate” en
una emisora local con alta sintonía.
Ninguna de las siete personas que estaban ese día en
esa casa de la urbanización Villas de Guayacán conocían a los cuatro
hombres que, en menos de un par de horas, les marcaron la vida para siempre. “Usaban
monos con capuchas, tipo suéter mangas largas, con gorras y telas como
tapabocas”. Coinciden en señalar que eran muchachos aparentemente sin
preparación alguna, “más bien enviados. Solo le dijeron que se había comido la
luz y que lo iban a matar que a eso habían ido”.
Está muerto
Cuando su hermana llega al CICPC Guiria, después de
las 7:30 de la mañana, desde lo sucedido horas atrás, ve allí al comisario
Wilmer Cedeño. “Él me dice que encontraron el carro y el cuerpo sin vida de mi
hermano. En ese momento acabó como nuestra tranquilidad”.
Rosmery supo después que, ante la escasez de gas
doméstico, un vecino llegó a las 5 de la mañana al llenadero para tratar de
correr con la suerte de lograr un cilindro lleno. “Es él quien ve, que a
escasos 100 metros del lugar el carro super conocido del profesor Carmelo
Bislick, con la puerta del chofer abierta. Media hora después sospecha que algo
extraño pasa porque el carro sigue igual”.
Notifica la extraña situación a un punto de control de
la GNB que está cerca de ahí. Los funcionarios, al presentarse al sitio,
encuentran el cuerpo sin vida de Carmelo y lo reportan al Cicpc, quien realiza
el levantamiento del cadáver. “En el sitio le pedí al comisario Cedeño que
me entregara el cuerpo, pero dijo que por protocolo de autopsia lo
tenían que llevar a Carúpano, que está a dos horas y media de Guiria”.
“Le insistí que si se lo llevaba lo trajera de vuelta, porque
no teníamos cómo trasladar el cadáver porque nuestros
vehículos personales no tenían gasolina. Una hora, otra hora, muchas
horas de espera. A las 7:00 de la noche de ese 18 de agosto 2020
retornan de Carúpano, entregándome el cadáver para que lo
preparáramos y sepultarlo”.
Lo más asombroso es que “en el cuerpo sin vida de mi
hermano no había rastro alguno de la autopsia, ninguna incisión de bisturí. En
su cuerpo solo se leían las torturas y heridas de bala que causaron la muerte
de mi hermano. Kiko le dice al jefe de la comisión que aprese a los
culpables pero que no los mate, que los queremos vivos. El funcionario responde
que ellos querían, pero que el comisario no quería proceder. Y el comisario comenzó
a colocar obstáculos”.
Ocurrió el lunes 17 de agosto 2020, a las 11 y media
de la noche, en la urbanización Villas de Guayacán de la
ciudad de Guiria, municipio Valdez del estado Sucre, al oriente de
Venezuela. “José Carmelo estaba en su casa, con su esposa, sus dos hijos, su yerno
y su nieto de seis meses”, dice Rosmery Bislick.
Narra que entraron cuatro hombres con armas cortas y
largas. “Toman a mi hermano como rehén, indicándole que habían ido por él,
que es a él a quien buscaban y que lo iban a matar por ‘haberse
comido la luz’. Aunque su esposa cae en pánico, él decide colaborar”.
A un Carmelo, sin duda aterrado por la suerte que
puede correr su familia, lo sacan de la habitación, lo amordazan y lo sujetan.
“Su esposa estaba ahí mirando todo, mientras les suplicaba que no lo fueran a
matar”.
Los hombres no parecen tener prisa. “Llevan a Carmelo
hasta el patio, donde están los perros, y ahí lo golpean”. Parecían estar
hambrientos y proceden a engullirse toda la comida que encontraron, a la par
que requisaban las habitaciones, buscando que llevarse consigo.
“Uno de los sujetos dijo que había que matarlo, porque
a eso era habían ido”, y como en una película de terror y suspenso se
movían por la vivienda, mientras se apropiaban de teléfonos móviles,
tres computadoras portátiles tipo Canaima y una laptop Hp, además tablet, el
equipo de internet, ventiladores, medicamentos del bebé. “Se probaban ropa de
la familia, colocándosela por encima de lo que vestían”.
Una hora antes de irse agruparon a la esposa de
Carmelo con el resto de la familia, en una de las habitaciones. “Al marcharse les
dijeron que mi hermano los iba a acompañar para salir de la urbanización y
que luego regresaría. Al salir mi hermano emite un quejido de dolor. ‘Ay
mi madre’ fue lo que dijo mientras lo montan en su carro y se van”.
Extraño Cicpc
Rosmery asegura que no pasaron más de 20 minutos antes
de que ella se enterara de lo ocurrido. “De inmediato voy a casa de José
Fronten Kiko, que más que mi amigo es como un hermano. Nos vamos al Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) subdelegación Guiria”.
Si algo demuestra Rosmery, ante lo ocurrido en la sede
policial, es indignación cuando preguntan por el comisario Wilmer Cedeño para
denunciar el secuestro de su hermano. “Mientras esperábamos, algunos de los
funcionarios se levantaban, otros nos atendían y así transcurrió cerca de media
hora. Organizado todo dentro de la oficina interrogan a mi sobrino político
Francisco, mientras una comisión pide que alguien los acompañe a la
vivienda de Carmelo”.
Los funcionarios rastrean uno de los móviles y ubican
la señal en la cercanía del hotel llamado Playa Paraíso, hasta donde se
traslada la comisión, previo recorrido por donde suponen hubiesen pasado. Al
concluir el recorrido le dijeron a Kiko que lo dejarían en su casa.
“Yo estaba en la subdelegación acompañando a Francisco
a declarar con Zulay y Soledad, amigas de la familia. El
funcionario hablaba por teléfono, chateaba y nos insistía en que nos
fuéramos para la casa, lo que al fin decidimos hacer para esperar que
amaneciera”.
Después es cuando se enteran de su muerte. “Mi hermano
tenía 53 años, tres hijos, una nieta y un nieto que adoraba con el alma.
Era esa su felicidad”, finaliza diciendo Rosmery Bislick, hermana de José
Carmelo Bislick.
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