En medio de una tormenta, terminó su vida trasladada en una carretilla de madera mientras buscaba cruzar la frontera para recibir atención médica
Sebastiana Barráez/ viernes 2 de diciembre 2022
@SebastianaB
“No ha cambiado nada todo sigue igual, eso fue un una burla más del Gobierno montado por Petro y Nicolás Maduro, fue un circo. Después se dio la reunión de los dos parlamentos y los de Venezuela no pasaron de la mitad del Puente Internacional. El paso es de noche solo carruchas, después de las 9 de la noche puro contrabando; contrabando por trochas y por el Puente Internacional”, fue la expresión que le dijo Gustavo, un habitante de la frontera a Infobae, hace semanas. (Sebastiana Sin Secretos: Beneficios y críticas de lo que ocurre en la frontera al reabrirse los puentes internacionales: “Colombia se lleva el oro, Venezuela recibe menudencias”
Michelle,
la niña que murió en medio de la tormenta, desconectada del oxígeno, no lo
supo, pero se le extinguió la única oportunidad que tenía de seguir viendo, de
llegar a Puerto Santander, por la negligencia de un régimen que se ha
atornillado en el poder, en medio del feroz populismo que los líderes de la
revolución pregonan en alocuciones por los medios de propaganda, actos públicos
con fanfarria y en programitas de televisión. No tardarán los funcionarios
represores en acallar las voces de protesta de la familia, buscando culpables
en un país donde la desidia de las instituciones públicas es más ruidosa en lo
que a servicios médicos asistenciales se refiere.
Familiares
de la niña Michelle Pernía le contaron a la periodista Anggy Polanco, del
portal LaPatilla, que no llevaron a la niña al Hospital Central de San
Cristóbal “porque no tenían recursos económicos para comprar todo lo que exigen
en los centros de salud venezolanos” y que optaron por llevarla al puesto de
salud de Colombia porque “allí los atienden y les dan todos los insumos que
necesitan”.
La trágica
secuencia
Como en esas historias de
Franz Kafka, los últimos momentos de Michelle semejan a la realidad de una
región violenta en su valores, brutal en su concepción sobre la vida,
inescrutable ante lo que el Gobierno trata de vender: prosperidad, felicidad,
futuro.
Eran las 3 y media de la
madrugada, del día con el que finalizaba el mes de noviembre 2022, cuando la
niña llegó en ambulancia hasta el Puente Unión, según dijo el padre de
Michelle, Jonathan Pernía. El cielo lloraba a cántaros. Los militares se
ciñeron a la orden “ningún vehículo puede pasar la frontera”. La familia, quizá
desconociendo las consecuencias que causa la falta de oxígeno, consideró que
solo era el paso hasta el otro lado para que pudiera recibir la atención médica
necesaria.
Familiares pagaron 150 mil
pesos para surtir de combustible a la ambulancia que trasladaría a la niña y
denuncian que la médico que la asistía decidió desconectarle el oxígeno para
que pasara el puente fronterizo, lo que de ser así sería muy grave porque se
supone que como profesional ella sí debía tener conocimiento de las
consecuencias de que Michelle se quedara sin oxígeno.
Aunque Yubey Medina Daza,
madre de la niña fallecida, expresa que la médico debía exigirle al funcionario
militar que la dejaran con el oxígeno hasta que médicos del lado colombiano la
recibieran, en realidad no es competencia de la profesional de la medicina
enfrentar a los uniformados. Lo que sucedió fue una cadena de errores que llevó
al trágico desenlace.
Un carretillero se ofreció
a pasar a Michelle en la carretilla, donde normalmente trasladan los productos
o maletas de un lado a otro de la frontera. La dantesca imagen otra vez se
remonta a Kafka; la niña enferma y sin oxígeno, en medio de aquella tormenta,
fue suba a la carretilla y cubierta con un plástico “para que no se moje”.
Yubey contó que mientras atravesaban el puente sintió que la niña había muerto,
pero aun así, quizá negándose a aceptar la dura realidad, la llevaron al puento
de salud de Puerto Santander, donde le confirmaron lo que más temía.
Periodistas locales, como Raúl
Márquez del Diario La Nación, relataron que “en horas de la
madrugada de este miércoles, una niña de cinco años de edad murió por
complicaciones de salud en Boca de Grita, jurisdicción del municipio García de Hevia,
en momentos en que era trasladada en una ambulancia a un centro de salud
colombiano y efectivos militares no permitieron que esta cruzara el puente La
Unión, que comunica la población venezolana con Puerto Santander”.
“Según se pudo
conocer, de manera extraoficial, ante esto, sus familiares la desconectaron de
la bombona de oxígeno de la ambulancia para intentar pasarla a tierras
colombianas en una carretilla de madera, pero a los pocos minutos, falleció”,
publicó el medio tachirense.
La periodista Judith
Valderrama publica “la frontera no está abierta; al menos no totalmente. Y la
vida de una niña se tuvo que desconectar porque la ambulancia que la llevaba no
podía cruzar; la subieron a una carreta de cargar mercado y corotos, pero esas
carretas no tienen sistema de oxígeno. Por eso la niña murió”.
Mientras Gustavo
Petro y Nicolás Maduro se han centrado en discursos efectistas sobre la
situación colombo venezolana, y el énfasis fue colocado en las conversaciones
con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), los habitantes de la frontera
siguen siendo víctimas de ese grupo guerrillero, de militares desalmados y
corruptos, de contrabadistas y narcotraficantes. No hay espacio para aquellos
que como Michelle son para los gobiernos de turno solo parte de las
estadísticas.
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