Tanto el defensor de los derechos humanos como el político opositor fueron confinados por Servicio Bolivariano de Inteligencia bajo el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela
Sebastiana Barráez/ 31 de agosto 2020
@SebastianaSin
De un expreso político en libertad para un preso político con casa por cárcel. Lorent Enrique Gómez Saleh le escribe al diputado Juan Carlos Requesens Martínez. Los dos estuvieron en manos del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN). Son contemporáneos. Aquel nació en 1988 y éste un año después. El primero en libertad, pero desterrado en España, desde el 12 de octubre 2018, después de cuatro años y un mes preso y torturado. El parlamentario fue detenido el 7 de agosto 2018 y permaneció en el SEBIN hasta el 28 de agosto 2020, cuando le dan casa por cárcel.
Requesens se dedicó a la política, Lorent a la defensa
de los derechos humanos. Aquel nació en Caracas y resultó electo como diputado
por el Táchira. Lorent nació en Táchira pero su desarrollo como dirigente fue
en Caracas.
Lorent nos dijo en una entrevista “Quienes soñamos
cambiar el mundo, jamás nos damos por vencidos”. Requesens dijo en la Asamblea
Nacional: “Yo me niego a rendirme. Me niego a
arrodillarme frente a los que hoy quieren quebrarnos la moral".
Estos
dos hombres, que han vivido extrañas coincidencias, no han sido amigos, no han
compartido largas conversaciones, ni presenciales ni telefónicas, ni siquiera
son del mismo partido. Uno, el diputado, estudió en la Universidad Central de
Venezuela; Lorent en la Universidad Alejandro de Humboldt.
Cuando
el joven desterrado se enteró en Madrid, donde vive, que Requesens fue
trasladado del Sebin a su casa, se apresuró a escribirle una carta, como al
amigo con el que siente que hay un imperioso compromiso, aunque no sabe por qué.
Hermanos que
duelen
“Juan ha sobrevivido al
Helicoide y ayer durmió en su hogar. ¡Bendito sea Dios!”, empieza diciendo
Lorent Saleh, antes de desplegarse en lo que sin duda lo identifica con Juan
Requesens.
“Hoy cabe preguntarse,
¿cuánto vale el abrazo de tu hijo luego de infinitas noches de zozobra lejos de
él? ¿Cuánto vale abrazar a tu familia luego de meses de doloroso cautiverio y
soledad? Esa sonrisa de amor y felicidad de un secuestrado que sobrevive al
terror y regresa a su hogar es única, estremece el corazón, nos llena de
emoción y nos hace llorar en un estallido de sentimientos que no terminamos de
identificar”.
“La última vez que vi a Juan
fue por medio de una reja oxidada que se interpuso entre nuestro abrazo fugaz.
Juan había llegado al Helicoide y lo tenían en la zona norte, al lado de lo que
una vez fue un gimnasio, a unas 15 rejas de mí”.
Dice Lorent que rejas adentro
hay un código. “Cuando un hermano llega a prisión, es una misión urgente, un
asunto de vida o muerte, saber en dónde lo tienen, cómo se encuentra y qué
heridas tiene, hacerle llegar algo de comer y, de ser posible, un libro para
que lo acompañe a enfrentar la brutal guerra contra la zozobra y la violencia
del concreto y el metal. Rejas adentro debemos cuidarnos todos, sin miramientos”.
“La verdad es que, Juan y yo,
nunca fuimos muy cercanos, pero compartimos un país y un tiempo, una dictadura
que nos robaba el futuro y que amenazaba nuestra existencia; compartimos la
fiel creencia en la universidad como fuente de libertad frente al militarismo
que todo lo aplasta. Sin decidirlo, la circunstancia nos hermanaba más allá de
algunas diferencias propias de la individualidad. Y los hermanos duelen y
duelen mucho, duele saberlos en peligro y sufrimiento”.
Vi a un león
aturdido
El joven defensor de derechos
humanos identifica a El Helicoide como “el infierno”. Explica que “algo que
pudiera parecer tan simple como caminar algunos metros, es algo prácticamente
imposible para muchos, especialmente si eres un preso político. Requiere, o
mucho dinero o mucho ingenio y astucia; mi opción claramente no era la primera.
En una celda, dedicas la mayoría del tiempo a meditar y entender el
funcionamiento del sistema, para lo cual, los 4 años en prisión y dos motines
que llevaba en ese momento, me habían servido para acumular algo de
conocimiento”.
Se le ocurrió una excusa
-narra en la carta a Requsens- para acercarse al diputado preso y fue la de
cortarse el cabello con lo que “logré que me acercaran a la mitad. Era el
momento, no otro. Tenía que lograr la otra mitad para poder llegar a Juan. Le
rogué sin pena y me metí en la mente policial del custodio que me llevaba
sujetado, tenía que convencerlo de forma tal que se arriesgara a ser castigado
por dejarme ver a Juan”.
Ya casi daba por perdida la
misión, cuando “el custodio cedió y tembloroso me llevó rápido. Subimos el
pasillo oscuro y estrecho, testigo de tantas historias, y con cada paso sentía
algo fuerte en el pecho, no sabía con qué me encontraría. Quería llorar, sentí
y reviví muchas cosas, pero debía ser fuerte y transmitir serenidad y
tranquilidad a Juan - nunca supe si lo logré. Finalmente, lo vi, vi a un hombre
maltratado pero fuerte, un león aturdido en una jaula, pero, sobre todo, vi a
un hermano de la vida injustamente tras los barrotes”.
“Fueron tan solo unos
segundos. Logré llevarle un par de libros, quería romper esa reja y sacarlo de
ahí, pero yo también estaba secuestrado. Sentí una indignación desmedida, un
dolor profundo, describirlo es y será imposible. Y la pregunta ¿hasta cuándo?
¿Cuántos más, Dios?”
“Una de las cosas más
difíciles para un preso, aunque muchos no lo crean, es el momento de salir,
tener que irse y dejar a compañeros ahí, es un sin sabor que no te permite
disfrutar a plenitud regresar a tu hogar. Es algo que difícilmente alguien que
no ha vivido esto lo podrá entender. Se que Juan es un hombre noble que ama
Venezuela, por algo terminó ahí. Sé que para él fue difícil salir y dejar a
compañeros en ese infierno”.
“Duele esto, pero hay quienes
no perdonan a los presos políticos salir con vida de la celda, hay quienes solo
quieren mártires, que si no salen en silla de ruedas o moribundos no es
suficiente. Yo me alegro y celebro ver a Juan de pie, con una sonrisa,
abrazando a su familia que tanto luchó por él. Hoy celebro saber que su hermana
dormirá mejor esta noche. Hoy, que soy papá, le doy gracias infinitas a Dios
por permitir que Juan regrese vivo a su hogar y abrace a sus bellos hijos”.
“Hermano Juan, si me lees, sé
que ese encierro te hizo más grande, sé que pondrás en práctica muchas cosas
aprendidas en esta dura prueba. Solo tú, nadie más sabe lo que tienes que hacer
y vivir de ahora en adelante, eres dueño de tu destino. Te abrazo en la
distancia y le pido a Dios me dé la oportunidad de darte el abrazo, pero en
total libertad, sin una reja por delante. Dios te bendiga y bendiga tu hogar”,
finaliza la misiva del expreso Lorent Saleh a Juan Requesens, que aún no
termina de tener libertad total.
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