Sebastiana Barráez
@SebastianaSin
Tomado de Infobae
Si
aquellos militares que han enfrentado a la revolución bolivariana son tratados
con crueldad y violación al debido proceso, peor trato reciben aquellos que
alguna vez fueron militantes o defensores del Gobierno de Hugo Chávez, porque
caen en una verdadera desgracia. Veamos tres casos emblemáticos: el general en
Jefe Raúl Isaías Baduel, el mayor general Miguel Rodríguez Torres y el Teniente
Coronel Igber Marín Chaparro.
Esos
tres oficiales pertenecen al mayor componente de la Fuerza Armada, el Ejército.
En el caso de Baduel hay que destacar que fue jefe militar de los
paracaidistas, comandante general del Ejército y Ministro de la Defensa. Estuvo
relacionado al grupo de los militares del 4 de Febrero. Fue noticia cuando en
el 2002 liderizó la operación que restituyó a Chávez en el poder luego del
golpe de Estado del 11 de abril. Lo metieron preso por un hecho de supuesta
corrupción y en el 2017 lo vuelven a detener señalándolo de estar involucrado
en conspiración contra Nicolás Maduro,
Baduel
siempre fue un oficial destacado en la Fuerza Armada, sobresalía por su
liderazgo y prestancia. Ascendió por méritos. Un poco arrogante siempre recibió
el reconocimiento de su compadre Chávez, hasta que quiso ser líder político y
entonces entra en conflicto con el jefe de la revolución, quien lo deja que
concluya la jefatura del Ejército, pero lo envía al cesto de los olvidados a
quienes no les hace no les recibe llamadas. Poco después el alto oficial da una
declaración donde demuestra que ya estaba alejado de la revolución.
Las torturas
contra Baduel han sido más psicológicas que físicas; son interminables las
veces que lo incomunican, le impiden las visitas familiares, le allanan la
celda, le aplican imprevistas requisas, etc. Uno de sus hijos estuvo varios
años detenido. Generó simpatías que aún conserva en la institución armada,
incluso muchos civiles suspiran por él y su sueño de conducir los destinos del
país. Hace tiempo está en la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia.
En el
caso de Miguel Rodríguez Torres la saña ha subido de tono. Lo recluyeron en una
celda de los sótanos de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM),
lo dejaron por varias semanas soportando el dolor que le produce un problema en
el manguito rotador.
MRT no
solo fue un simpatizante y defensor de la revolución bolivariana, sino uno de
los actores decisivos del movimiento de los febreristas, reseñado en la
historia por el ataque que dirigió a La Casona, la casa presidencial, aquel 4
de Febrero, fecha de la intentona golpista contra el presidente Carlos Andrés
Pérez.
Rodríguez Torres fue un poderoso ministro del Interior y Justicia, luego de haber dirigido por varios años la policía política del Gobierno, con la Disip, cuyo nombre fue cambiado por el de Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN). A su favor tiene la simpatía de parte importante de los febreristas.
Voces del Gobierno le reconocen tímidamente que gracias a este mayor general, Nicolás Maduro logró vencer las guarimbas, que llegó a ser el momento en que la Oposición hizo tambalear el poder ejecutivo.
También
lo envían con cierta regularidad a incomunicación, le allanan la celda, y hace
unos días fue detenida y golpeada su pareja.
En el
caso del comandante Igber Marín Chaparro se ha convertido en un problema y
estorbo para quienes dirigen la Dgcim. Él era el jefe del Batallón Ayala de
Fuerte Tiuna. Desde que lo enviaron a los sótanos de la DGCIM ha sido tratado
con profunda crueldad. Ya tiene semanas que no le permiten visitas, ni ver a su
esposa ni a sus niños.
El fin
de semana antes del día de la madre, al impedirle la visita a su familia, el
oficial gritó desde los sótanos reclamando su derecho a la visita, les gritó a
los funcionarios que eran violadores de derechos humanos. A su grito
desgarrador se sumaron los de solidaridad del capitán de navío Luis De La Sotta
Quiroga. La respuesta del coronel Hannover Esteban Guerrero Mijares fue
suspenderle la visita a él, de manera que dejó a su anciana madre de más de 80
años esperando por cuatro horas y aún así no le permitió ver al capitán de
navío.
Nunca
antes en la historia de la Revolución Bolivariana hubo hechos de ese tipo que
le mostrara al país y al mundo la fea cara de los funcionarios torturadores del
Gobierno.
Un
hecho que sorprende fue lo ocurrido en febrero con el Teniente Coronel Ovidio
Carrasco Mosqueda, miembro de la Guardia de Honor Presidencial y Jefe de la
Dirección de Comunicaciones; él fue degradado y expulsado de las Fuerzas
Armadas Bolivarianas, y puesto a orden de la Dirección General de Contra
Inteligencia Militar (DGCIM). La excusa es que él habría suministrado
información confidencial al Diputado Julio Borges y a funcionarios de la
Central de Inteligencia Americana (C.I.A),
sobre los movimientos del Presidente
de la República ciudadano Nicolás Maduro Moros.
Carrasco
no solo fue detenido y torturado, sino que también apresaron a su pareja.
El
haber sido tratados con tal brutalidad le trae consecuencias no solo a ellos y
a sus familiares y amigos, sino a los altos oficiales de la institución armada
que ven y callan y esa atroz realidad.
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