Sebastiana Barráez/ Lunes 27 de Mayo de 2019
@SebastianaSin
Ante
la escasez de funcionarios de confianza a su alrededor y la necesidad de
controlar las instituciones policiales, de seguridad e inteligencia, Nicolás
Maduro parece querer desempolvar un viejo proyecto que se propuso desde poco
después que tomó el poder. Es la creación de un Ministerio de Inteligencia
policial, al frente del cual siempre tuvo como candidato al ahora mayor general
(Ej) Iván Hernández Dala, que es jefe de la Dgcim y Jefe de la Guardia de Honor
Presidencial.
Desde
la época de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, los cuerpos de inteligencia
venezolana han sido duramente cuestionados por la violación a los derechos humanos.
En esa época por la sanguinaria Dirección de Seguridad Nacional y ya en
democracia, en época de Rómulo Betancourt, con la tenebrosa Dirección
General de Policía (DIGEPOL) que dio paso a la Dirección
de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) con la que entró Hugo
Chávez al poder y luego cambió a Servicio Bolivariano de Inteligencia, que se
mantiene con Nicolás Maduro, pero a la que debe sumarse la Dirección General de
Contrainteligencia Militar (DGCIM). Ambos organismos, policial y militar, están
escribiendo la peor etapa de tortura y violación a los derechos humanos en el
país.
Por una parte el Servicio Bolivariano de
Inteligencia dirigido nuevamente por el mayor general Gustavo González López,
quien es hombre incondicional de Diosdado Cabello, empezó por ser el organismo
más denunciado por la aplicación de praxis bastante reñidas con la justicia y
con el respeto al debido proceso.
Se impuso en el SEBIN una terrible praxis que
no respetaba ni las órdenes de los tribunales, ni las boletas de excarcelación,
ni permitía las acciones del Ministerio Público ni el derecho de los abogados a
las consultas regulares con sus defendidos.
Pero también en el SEBIN se aplicó la tortura
física y psicológica. Ahí empezaron a aparecer los detenidos con ojos morados,
heridas en los brazos, espaldas y piernas, moretones en cuerpo y rostro, etc.
Los presos empezaron a pagar para tener acceso a cualquier cosa, por muy
elemental que sea.
Atrás quedó lo que tanto pregonó Hugo Chávez con todo y
su Constitución Bolivariana, en cuyo preámbulo incluyó “la
garantía universal e indivisible de los derechos humanos” y en sus Derechos
Fundamentales “la preeminencia de los derechos humanos”, Incluso tiene un
Título, el número III, especialmente dedicado a ello, en cuyo artículo 19 se
lee: “El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de
progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable,
indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía
son obligatorios para los órganos del Poder Público de conformidad con la
Constitución, los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por
la República y las leyes que los desarrollen”.
En el camino se quedó la
Constitución con todo y el respeto a los derechos humanos. La Revolución
Bolivariana ha degenerado en aquello que tanto criticó de la Seguridad Nacional
y la Digepol, para dar paso a dos entes donde se cometen las más aberrantes
violaciones a los Derechos Humanos, empezando por someter a civiles a ser juzgados
en tribunales militares, sin que el Ministerio Público actúe ante ello.
Así tenemos en el SEBIN
las oscuras celdas del Helicoide, donde desde hace 14 años están los hermanos
Guevara, condenados por el asesinato del fiscal Danilo Ánderson, en el marco de
un oscuro proceso judicial que tuvo como fiscal estrella a Isaías Rodríguez, el
mismo que hace unos días renunció a la embajada de Venezuela en Italia. A los
Guevara no les han considerado las medidas que por derecho les corresponden.
La otra instalación
carcelaria del SEBIN está en el edificio principal en Plaza Venezuela, donde
está La Tumba, una instalación diseñada para la tortura blanca, la peor para efectos
psicológicos. En el Sebin están detenidos civiles y militares. Entre los más
emblemáticos militares están: el general en Jefe (Ej) Raúl Isaías Baduel y el
capitán (GNB) Juan Carlos Caguaripano.
El Sebin tiene años
controlado por Diosdado Cabello a través del general González López, quien
asumió el cargo desde marzo del 2014. Maduro logró arrebatarle ese control por
poco tiempo, cuando a finales de octubre nombra al general Manuel Cristopher
Figuera, en el marco de las fuertes denuncias por la muerte del concejal
Fernando Albán, de quien aún quedan dudas de si se lanzó o fue lanzado del piso
10 del edificio de Plaza Venezuela.
Luego de descubrir que
el general Cristopher fuese uno de los cabecillas en la manifestación militar
del 30 de abril en apoyo a Juan Guiadó y la liberación de Leopoldo López,
Maduro se apresuró a devolver el Sebin a González López, quien regresó con todo
el grupo de comisarios que habían sido destituidos por Cristopher Figuera.
El cuarto de los locos
Así llaman los detenidos
en la sede principal de la DGCIM, a una celda angosta y lúgubre, donde son
llevados los militares castigados. “Se le llama el cuarto de los locos, porque
quienes son llevados, salen de ahí como si estuvieran locos”, revela un militar
que sufrió esa tortura. En ese centro militar se empezó a aplicar una modalidad
cruel y violenta desde la llegada del coronel (Ej) Rafael Antonio Franco
Quintero, quien encontró apoyo en el mayor (GNB) Alexander Gramcko Arteaga,
director de Asuntos Especiales de la DGCIM.
Franco hizo de los tenebrosos
sótanos de la Dgcim una especie de campo de concentración, imponiendo normas
atroces para anular la voluntad de los detenidos, someterlos, controlarlos y
destruirles autoestima.
Franco fue sustituido
por el coronel Hannover Esteban Guerrero Mijares, quien inicialmente eliminó
algunas de las praxis aberrantes impuestas por Franco y abrió tímidamente el
compás de respeto a los derechos humanos
de los detenidos, pero eso duró poco tiempo.
Hace meses que Guerrero
Mijares no les permite a los detenidos tener llamadas telefónicas, de manera
que aquellos con familiares en el interior del país tienen meses sin
comunicarse, porque es difícil trasladarse, por la falta de transporte y porque
ni siquiera tienen la seguridad de que se les permita las visitas.
A una anciana de más de 80 años, madre del
capitán de navío Luis Humberto De La Sotta Quiroga, no le han permitido ver a
su hijo desde hace semanas, porque el coronel Guerrero Mijares tienen el
insólito argumento de que hasta que Juan Guaidó no se rinda, su hijo seguirá
castigado. Al militar se le olvida el respeto a la dama y a los años. Deja a la
anciana durante horas esperando, para finalmente negarle la visita. Tiene
varias semanas que no lo ve ningún familiar ni los abogados.
Otro ejemplo es el del mayor Abraham Américo Suarez Ramos, quien hace semanas
intentó suicidarse y fue llevado al Hospital Militar de Caracas, de donde lo
sacaron, contra la orden médica, y recluido otra vez en los sótanos de la
Dgcim, en medio de un cuadro severo de depresión. La familia no fue notificada
formalmente, no se lo permitieron ver hasta que regresó a la Dgcim. Hace unos
días nuevamente intentó suicidarse, pero esta vez no fue llevado al Hospital.
“Aquí lo curamos, se le hicieron las curas en las heridas, pero está más o
menos”, fue lo que un custodio le dijo al familiar de otro detenido que preguntó
por el mayor.
En los centros de tortura, tanto el SEBIN como la Dgcim, hay hacinamiento. Maduro se propone crear un Ministerio que se encargue del control policial y de inteligencia, quizá deba llamarlo el Ministerio de la tortura.
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